miércoles, 26 de febrero de 2014

"I don´t wanna survive... I wanna live"

Esa es, por decirlo de algún modo, la frase que resume los 12 años que Solomon Northup vivió como esclavo. Basada en el libro que el propio Solomon escribió, McQueen nos presenta un minúsculo y excepcional (para muchos no eran 12 años, sino toda una vida de esclavitud) relato de la Historia americana, pero también de la Historia mundial, de las relaciones de los seres humanos y como lo que vemos como un ciclo cerrado, una época de barbarie que ya pasó, no está tan cerrado como creemos. 

McQueen es un excelente director con una inmensa educación artística (ha ganado un Turner - galardón que se le concede al mejor artista británico menor de 50 años) y una pasión por la fotografía y los detalles. Esto último lo podemos corroborar con este film: la fotografía es inmensa, no solo en lo referente a los paisajes, sino a planos de secuencias muy, pero que muy duras que el deja a propósito en un segundo plano, mientras tú (espectador) miras embobado/a como sacan el algodón de una flor sin casi percatarte de los horribles castigos que tienen lugar en las escena del fondo (gracias a mi hermana percibí el detalle). De esta manera nuestro cerebro es capaz de enlazar, sin que nosotros se lo ordenemos, la materia, el algodón, con el sufrimiento al que se sometían para recogerlo. 

Como ese detalle, mil. Pequeñas cosas que irán calando en mí según aumenten el número de visionados de esta película que desde ya os digo que es un peliculón. De principio a fin. Pero me voy a centrar en lo que verdaderamente creo que ensalza esta película, lo que verdaderamente la hace especial y es lo increíbles, complejas, estudiadas y matizadas que están las interpretaciones de cada uno de los actores que intervienen en el film. No hay uno que desmerezca, no hay nadie que sobre y cada actuación da pie a la siguiente, como las dovelas de un arco que ejercen presión entre ellas y no dejan que el arco se venga a abajo. 

Paul Giamatti y Paul Dano: el personaje de ambos es odioso y repugnante. La manera en la que Giamatti muestra a los esclavos como si de ganado se tratase es aterradora y el odio, la ignorancia y la rabia que transmite Paul Dano es desoladora. Pero ambos reflejan muy bien el tipo de sociedad de aquel momento y como una idea tan pequeña y sin argumento que la sostenga (como es en este caso la "inferioridad" de la raza negra) puede ser defendida por uñas y dientes por aquellos que no saben pensar por sí mismos. 

Benedict Cumberbatch: es bien sabido que de las capacidades interpretativas de este actor no tengo mucho más que decir, es inmenso y creo que tendrá mil oportunidades más en su carrera para demostrarnos lo grande que es, porque el que es bueno lo es hasta el final. Su papel es un pequeño punto de inflexión en la esclavitud personal de Solomon: de nuevo, como ya ocurría con su pequeño personaje en Agosto, se convierte en la bocanada de aire freso en un ambiente de odio, sol y rabia. Pero como bien dice Eliza (la que llora por sus hijos - tremendo diálogo entre ella y Solomon) "Es un negrero". Y así es, porque aunque se nos ablande el corazón y aunque no infrinja castigos físicos, no renuncia a la esclavitud, no renuncia a la idea de que un negro pueda ser superior a un blanco. 

Sarah Paulson: tremenda zorra. Así de claro. Si al "síndrome de la clase alta" le sumas unos celos incontrolables da como resultado este personaje. Es breve, firme, no tiembla en ningún momento, no hay amabilidad, no hay sonrisa, ni siquiera hay arrepentimiento alguno. Y creo que es algo a reconocerle, porque es algo espantosamente difícil de hacer. Ole tú Sarah, pero...das miedo. 

Brad Pitt: o más bien es "El Salvador". Si atiendes a su discurso, su melena y que hiciera de carpintero nos puede recordar a un personaje cristiano bastante famosete, pero no creo que esa fuese la intención. Más allá de comparaciones extraterrenales diré que el personaje de Brad Pitt, aunque breve, ejerce una importancia vital para el personaje de Solomon y lleva a cabo uno de los enfrentamientos verbales más imponentes de toda la película. Un Fassbender agotado por el sol, que aparenta ser el amo y señor de todo el universo, pero sabedor de ser un miserable, ríe constantemente ante un speech digno de Abraham Lincoln. Y el momento cumbre de esa conversación, inofensiva para el que ve la escena de lejos, siembra el caos en el personaje de Fassbender que en un segundo pasa de reír henchido de soberbia a echar odio por los ojos. BRILLANTE! Pitt es uno de los grandes y Fassbender, siempre sublime, acaba de "llegar" y aún así, ambos son capaces de ponerse frente a frente, respetando sus espacios y sin pisar al otro. Es una escena efímera, pero para mí fue mucho más, fue el resumen del personaje de Edwin Epps, fue como si Brad Pitt hubiese desnudado a Fassbender (no literal! quién nos vería si no!)

Chiwetel Eijifor: es cierto que su personaje y su interpretación está arropada por la historia en sí y por los personajes que lo rodean. Existe un tandem muy importante con Lupita, pero Chiwetel Ejifor hace un trabajo minucioso e impresionante. Solo hay que fijarse en su rostro: si no prestamos atención a los detalles (algo garrafal, como ya sabréis a estas alturas del texto, en las películas de McQueen en particular y en el cine en general) parece un rostro cansado, pero no es solo eso. Su cara pasa de la incomprensión al desamparo, de la rabia a la subsistencia, de la impotencia a la tristeza. No es siempre la misma cara, su personaje no es plano, no se deja hacer ni mucho menos, su personaje se revela, se defiende, pero esto no tiene que ser un rasgo de heroísmo "a la antigua", Solomon Northup no es Espartaco, es un hombre que quiere recuperar lo que tuvo, su libertad. Porque como bien es sabido, es mucho más doloroso tener algo y perderlo que jamás haberlo tenido. 

Lupita Nyong´o: Patsy "la negra entre las negras". Si recordáis el momento en el que Epps la denomina así es...indescriptible. Un asco tremendo hacia el personaje masculino te deja helado/a, mientras las impotencia que observas en el cuerpo de Patsy te dan ganas de llorar. Pero eso, es solo el principio. Más allá de los continuos abusos (en toda la amplitud del término) y consecuencias que su personaje sufre debido a la obsesión de Epps por Patsy (amo y esclava), Lupita Nyong´o hace un trabajo excelente merecedor muy digno de un Oscar. En la misma actriz podemos ver a una niña que juega con sus muñecas mientras canturrea, a alguien inocente que solo sabe de cultivar algodón, pero que todavía sueña con ser algo más (cuando toma el té con la señora Shaw es todo un espectáculo admirarla) y a una mujer asqueada de la vida, harta de lo que ha tenido que soportar y lo que le queda, cansada de su propia piel, extasiada de su propia existencia. Entre ella y Solomon se crea un vínculo muy fuerte, pero no existe ni un ápice de sentimentalismo: ella ve en él su salvación, su salida, alguien en quién confiar y él intenta protegerla de un amo impredecible, al que no siempre se puede frenar. Me podría detener en cada escena en la que sale, pero es mejor verlo, observarla minuciosamente y entender por qué Sarah Paulson se cela de ella. 

Michael Fassbender: respiro profundo tres veces antes de empezar. Los límites de este actor parecen no tener fin y si es Steve McQueen quién lo dirige, más aún. Cuando crees que ha llegado a la cumbre de sus capacidades interpretativas te regala un personaje como este, repugnante, humillante y necesario. Necesario porque existe. Porque existió un Epps para Solomon, pero existieron muchos Epps para muchos esclavos más y lo triste es que los señores como el Edwin Epps de Fassbender siguen existiendo. Su personaje no es un esclavista sin más que se aprovecha y juega con "su propiedad". Es un celoso de todo su entorno, con una soberbia como coraza que algunos (Pitt, a veces Solomon) saben atravesar muy bien. Sus esclavos son su propiedad, porque así es como debe ser, han nacido como tal. Pero su mente no concibe como un hombre tan superior, puede desear con tanta fuerza algo tan "infesto" (recordemos que el cree que son los esclavos los que traen las plagas) como una esclava. Y esto lo enfurece y lo destroza por dentro. Sea de la manera que sea quién la paga es siempre la misma, Patsy. Si su mujer se enfurece, la botella acaba en el rostro de Patsy, si abusa de ella y Patsy muere por un momento, lo paga su cuerpo, si los celos vuelven loco a Epps lo paga Patsy, a pesar de ser la que más algodón recoge, a pesar de ser la más bella, a pesar de que la desea con locura, ella es la que tiene la culpa, nadie más. Y todo esto nos lo muestra Michael Fassbender, con un acento americano bastante conseguido (al igual que Cumberbatch) y con un rostro ajado y desaliñado, desagradable a la vista (si es que eso es posible). El Oscar es suyo, aunque esto solo ocurra en mi mente. 

Podría pasarme horas escribiendo sobre 12 años de esclavitud, sobre la dirección increíble de McQueen, sobre una banda sonora del gran Hans Zimmer que apenas percibimos, porque al contrario que en otras grandes producciones históricas, aquí no se abusa de la música, no está hecha para ablandarnos el corazón; la música aparece cuando ya nos hemos tragado las lágrimas, cuando para aliviarnos nos muestra la naturaleza y los paisajes de ese pozo de deshumanización. 

Y es que, aunque de las tres me enamoré de Hunger y me obsesioné con Shame, 12 años de esclavitud y Steve McQueen serán siempre la historia ganadora, aunque no se lleven la estatuilla. 



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