El sábado 24 me uní por tercera vez a los visionados organizados por @CineClubDirecto y tocó ver Jurassic Park. Hacía tanto tiempo que no la veía que solo era capaz de recordar al maldito mosquito y la escena de las cocinas (casi al final). Acojonada es poco con la aparición de mi amigo Rex que, para variar, Spielberg esconde hasta que ya no le queda más remedio. Spielberg es de la vieja escuela y tiene muy bien aprehendido que es mucho mejor insinuar que enseñar (pero ahora estamos hablando de miedo, no os disperséis) y así lo hace continuamente. En Tiburón son las notas de la banda sonora, así como los gritos de las víctimas las que nos hacen temblar del miedo (yo personalmente, no puedo ver esta película con los pies en el suelo, es así) durante toda la primera hora. Pues con los dinos, nuestro querido amigo hace lo mismo y cuando consigues verlo en todo su esplendor, pues...FLIPAS. Es así. Vista en el 2014 te asombras de lo maravillosamente bien hechos que están los dinosaurios, la realidad en su movimientos y todo el trabajo que hay detrás de la película. De hecho, el comentario más repetido en el hastag del visionado (#ccjurasico) era lo increíbles que nos seguían pareciendo los efectos 21 años después.
Y es que Jurassic Park marcó una época, porque el señor Spielberg fue el rey de los 80 y los 90. El guión es impecable, los efectos inmejorables y esa banda sonora...que decir de John Williams, no voy a decir nada que os enamore más de su música de lo que ya estáis. Hace de Jurassic Park una película épica.
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