Hagamos un ejercicio de interpretación. Imaginad que en vuestra mano tenéis una copa de whiskey, le dais un sorbo y sentis el calor bajando por la garganta. Quema tanto que incluso podéis ver como ese color cobrizo de la bebida se convierte en fuego y quema todo a su paso, mientras de fondo empiezas a escuchar un blues y si os preguntara que sentimiento es el que os cruza el cuerpo como un rayo, la respuesta sería la tristeza, en sus múltiples variantes, pero en el fondo, junto a los hielos de la copa verás tristeza.
Su banda sonora, conformada por canciones de country cantadas por los dos protagonistas y el resto del grupo al que pertenecen, no aparece para que rompas a llorar en el momento oportuno, pues es el silencio más absoluto el que envuelve estas escenas y la música llega para aliviar, como la lluvia en los días de mucho, mucho calor.
Además, el montaje de la película belga de Felix Van Groeningen mezcla a la perfección escenas de antes y después del momento doloroso, así que la alegría de unas escenas te hace ver la belleza en otras que, quizás, sin esa delicadeza a la hora de tratarlas no la hubieses percibido.
Dejar constancia que en la pasada edición de los Oscar representaba a Bélgica enfrentándose, entre otras, a La Caza y La Gran Belleza, siendo esta última la ganadora. Y que ha conseguido que me enamore de una banda sonora conformada por canciones de country. Escuchadla. Es inmensamente bella.
¿Por qué he tardado en verla? Porque en el previo a los Oscar no me da tiempo a todo y después es tal la saturación que durante meses no quiero saber nada de ellos. Pero gracias a mi compi de twitter Judith he sabido volver a donde los acordes me reclamaban.
¿Qué me llevo de esta película? Pues contestando a la pregunta que aparece en el título de esta entrada, siempre hay momentos de tu vida que merecen ser grabados para siempre en tu cuerpo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario!